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Corabastos, el pequeño mundo del comercio alimentario

 

Crónica de una visita por la central de abastos que reúne a productores y comerciantes: ¿Qué se puede comprar, ver y comer en Corabastos, a las 2:00 pm, cuando todo ya está cerrado?

 

Por Yisell Espitia

 

Después de una hora viaje en Transmilenio y varios minutos de caminata desde la estación Banderas, llegué a la plaza de Corabastos, la principal plaza de mercado  de todo el país. Esta, suministra alimentos aproximadamente a más de 12 millones de personas diariamente. Al ver el tamaño imponente del lugar, supe inmediatamente que me perdería. Infinidad de locales en infinidad de bloques aparecían ante mi vista sin saber a donde dirigirme. Corabastos cuenta con 57 bodegas, cámaras de congelación, edificio de administración, parqueaderos, bancos, centro médico y odontológico, restaurantes, ferreterías, es sencillamente un mundo aparte.

 

Mientras caminaba con cara de perdida a las dos de la tarde, cuando ya todos los establecimientos estaban cerrados, aún se veía movimiento. Había hombres descargando bultos de camiones inmensos llenos de apio, zanahoria y plátano. Todos ellos me miraban fijamente como diciendo “sabemos que nunca has venido aquí”. Dentro de mi confusión encuentré un pequeño oasis donde venden almuerzos. La propietaria es Viviana, una mujer cartagenera  a la que el vapor del fogón donde cocina todos los días nunca le ha borrado la sonrisa. No ocultó su alegría al encontrar una paisana y me indagó rápidamente, con alma de periodista, sobre mi familia y mi lugar de origen y lo que hacía ahí ese día.

 

El almuerzo era pollo frito, lentejas, ensalada de repollo y tomate, sopa de plátano y jugo de lulo. Al probar las lentejas cerré los ojos y me transporté a el sillón de mi casa en Montería, cuando mi mamá me recibe con un plato de estas, guisadas, justo como las que Viviana había hecho ese día. El plato era gigante y las cantidades tan abundantes, que no alcancé a comerme todo.

 

Viviana empieza a cocinar desde las 10:00 de la mañana y es a las 12:00 cuando empiezan a llegar conductores de bus, bulteros y comerciantes a su pequeño local en el que, entre neveras y cajas, solo caben 4 sillas. Este lugar refleja claramente una unión increíble porque, aunque Corabastos sea muy grande, ahí todos se conocen y se ayudan. Hay domicilios de almuerzos dentro de la plaza y si usted no tuvo plata hoy, no se preocupe que donde come uno comen dos. Insisto, un minimundo dentro de otro mundo.

Al dejar el lugar, la cocinera costeña se convirtió en mi guía, indicándome en qué zonas aún podía encontrar locales abiertos pero, antes de irme, me hizo una petición insólita: “canta, tu tienes pinta de cantante”. Inmediatamente todos los ojos del restaurante de posaron en mí y, ante tal audiencia, hubiera sido una falta de respeto negarme. Canté unos versos de Rocío Dúrcal y me fuí dejando atrás aplausos y risas.

 

En un corredor desolado estaba una señora organizando tubérculos. Cuando le pregunté por el precio. la señora no solo me dijo que valía tres mil pesos la libra de papa sabanera sino que tenía papa criolla y pastusa también. Me contó que la sequía les había afectado mucho, “ya no está llegando tanta papa como antes”, dijo. Terminé llevándome la papa pastusa y una bolsa de plátanos verdes y amarillos.

 

Encontré luego un local de frutas abierto. Incluso, cuando ya todo está cerrado, la plaza nunca duerme, siempre hay donde comprar. El olor al entrar al lugar era dulce, ácido y colorido. Había dos mesas largas repletas de una explosión de mangostinos, papayas, manzanas, uvas, bananos, entre muchas otras frutas. Compré de todo y no me gasté más de diez mil pesos.

 

En la plaza se puede encontrar no solo productos provenientes de la tierra, sino también dulces, licores, frituras y todo tipo de cosas para surtir cualquier tienda de barrio. La plaza reúne a personas de todo tipo y, ese día, yo era el perfecto ejemplo de eso. Cargada con dos bolsas pesadísimas con un olor a campo, dejé Corabastos después de comer, cantar y comprar. Dejé un pequeño mundo que representa algo mucho más grande tanto para comerciantes y campesinos que ven su sustento en la alimentación de millones.

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© 2016 by Yisell Espitia.

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